lunes, 25 de octubre de 2010

Crónica de un obra XVIII

Advertencia a los nuevos lectores que se han incorporado a este blog a partir de mayo de 2010: esta entrada que estáis a punto de leer en profundidad (o así rápido rápido para ver si hay fotos de muslámenes varios) forma parte de una saga que en otro tiempo gozó de cierta popularidad y que se conoce como Crónica de una obra. Antes de leerla estaría bien que leyerais las anteriores entragas para poneros al día y convertiros en uno más de los adictos a mis aventuras y a la de algunos personajillos así medio patéticos más.

Advertencia a los viejos lectores que no leen nuevas entradas desde mayo de 2010: lo siento. Entre la pereza, que no tenía ganas, que cuando tenía ganas estaba durmiendo, lo del gemelo malvado y lo del estudiante de intercambio birmano que hemos tenido en casa que no he cumplido con lo prometido y no he escrito nada. Pero eso cambiará y prometo que antes de que se acabe el siglo esta Crónica de una obra habrá llegado a un final. gracias por vuestra paciencia.

Resumen de lo publicado: Después de una entrada donde descubrimos que no eramos más que personajes pseudoliterarios productos de la mente enferma de un autor que no era más que otro personaje, decidimos ir por los páramos Heathcliff, Heathcliff para ahorrar días de viaje y llegar por fin al reino de las amazonas donde teníamos que hacer algo para evitar una cosa, creo. Es que ya ni me acuerdo...

- Pues ya está - dijo Chistorra tirando a un charco de barro nuestra ropa limpia - ya hemos llegado a la entrada de los páramos.
- Heathcliff, Heathcliff - dije sin poderlo evitar. Era un tic que tenía desde pequeño. Cada vez que oía la palabra pár... esa palabra, tenía que decir el nombre del protagonista de Cumbres borrascosas. Aunque mis padres habían consultado con los mayores especialistas y los mejores veterinarios todos habían llegado a la misma conclusión: que no pensaban perder el tiempo con un caso tan ridículo como el mío.
Al grano...
Sí, a eso voy.
Pues allí estábamos nosotros, los héroes de esta historia. El paleta, el electricista, el yesero, el mimo y yo mismo recién bajados del carromato de Chistorra que tan amablemente nos había acompañado un trozo del camino.
Ejem, ejem.
Sí, y el otro héroe, Jordi, nuestro telépata bulímico y picajoso que nos acompañaba en la distancia sentado en la librería al lado de la sección de ensayo político.
Hola a todo el mundo.
- Gracias por todo, Chistorra - dije.
- Sí - confirmó el paleta - ha sido un placer y ya sabes donde tienes un amigo y donde tienes una casa... A ver si te dejas caer un día por nuestro mundo y te vienes a mi casa a comer que mi señora hace un puchero que es para resucitar a un muerto y volverlo a matar.
- No sé... eso que me habéis dicho que no se puede ir cortanto cabezas... Ya veremos...
- Como quieras. Adiós.
- Adiós, muchachos. Y si algún día pasáis por Piltas de Rio Abajo a la Derecha no dudéis en buscar mi taberna. Chistorra's taberna. Os haré un descuento en la tercera cerveza.
- Un detalle.
- Adiós. Y que no os den muchas hostias. Y si os encontráis con la bruja Leola, sobre todo, decidle a todo que no. Sobre todo, decidle que no. Que no. Que gracias, pero no. Rotundo. De los que llenan la boca. No. No. No. No. ¿Qué tenéis que decirle?
- ¿Eh...? - dijimos - lo siento, es que ese pájaro está intentado tirarse a esa piedra con forma de hurón y nos hemos despitado.
- Madredediosvanapañaos...
- Mira como la monta - decía el yesero - mira lo empitonao que se ha puesto el pajarraco.
Sí que tiene gracia.
Y Chistorra sacudió las riendas y los ponis se pusieron en marcha. Vimos como Tolo y los nenes nos hacían adiós con la mano y como el viento nos traía a las fosas nasales el olor fuerte, picante, añejo y podrido de un erupto de Chistorra.

Tras estar dos horas riéndonos y grabando con el móvil los problemas del pájaro para cohabitar con la piedra con forma de hurón (que luego resulta que no era tal piedra sino que era un oso pardo) decidimos internarnos en los páramos Heathcliff, Heathclif.
- Pero qué coño...
Lo que ante nuestros ojos había no eran páramos Heathcliff, Heathcliff ni mierda. Era lo que en mi pueblo y en todos los pueblos se conoce como un inmundo e infecto pantano. O sea, agua sucia hasta algo más allá de la rodilla y lo que no era agua era barro y lo que no era ni una cosa ni otra eran unos mosquitos del tamaño del brazo de un gladiador venido a más. Árboles altos que se perdían entre las nubes
No es que las nubes están bajas
Pues árboles tirando a normales que se perdían entre una nubes inusualmente bajas lo que producía el extraño efecto climático que hubiera una humedad de la hostia, un calor pegajoso y sucio, pero que tuvieras que llevar puesta un rebequita porque algo de fresco sí que hace.
- Mecagoenlamadrequeparioamismuertos... Chistorra nos dijo que era un páramo... El puto enano nos dijo que era un páramo... no un pantano... y en los pantanos hay reductores de cabezas y cocodrilos...
Caimanes.
- Lo que sea y esos muerden que lo he visto en la película aquella de Tambores lejanos y...
Perdona. Jorge...
- Qué?
Bueno, que el paleta ha dicho dos veces "páramo" y tú... qué... ¿saliéndote del personaje?

- Perdona... es que estaba en otra parte... Heathcliff, Heathcliff, Heathcliff, Heathcliff, Heathcliff, Heathcliff.
Mejor.
- Y yo llevo sandalias - dijo el electricista - no me puedo mojar los pies que soy de resfriado rápido. ¡Nadie dijo que me iba a mojar los pies!
- Mira en el libro ese a ver que dice - dijo el yesero mientras se dedicaba a tirar piedras a un avispero.
Así lo hice. Tenía un formato de diccionario. No encontra ni páramo Heathcliff, Heathcliff ni pantano, pero sí una entrada dedicada a la raza de enanos a la que pertenecía Chistorra. Entre la definición encontré esto: "una de las peculiaridades de esta raza es que llaman páramos a los pantanos, botella a los testículos y cerveza a estómago de perro relleno de gato relleno de perro viejo".
- ¿Qué hacemos?
¡No me toquéis las pelotas y entrad en el puto pantano de los cojones que llevamos dieciocho entradas de mierda para no ir a ninguna parte que queremos que lleguen las amazonas porque queremos ver tetas joder!
- Pues para adentro.
- Y rápidito que las avistas se han cabreado y estas tienen tres aguijones.
- ¿Alguien me deja unos calcetines?

El pantano era peor de lo que habíamos imaginado. Hacia calor y lo que no estaba húmedo, estaba mojado. Pero a la vez y cada poco pasaba un airecillo frío de los que si te descuídas ya tienes un resfriado encima. Así que estábamos maldiciendo nuestra suerte porque no llevábamos en el equipo ropa de entretiempo. El barro se enganchaba a nuestra piel como una enfermedad venérea común. Unos vientos nos traían los aromas pútridos de la carroña en descomposición. Esquivábamos a unos enormes mosquitos que se dedicaban a transportar tapires a sus nidos y de los que huían entre agudos chillidos de angustia los cocodrilos.
Caimaaanes
Unas mantícoras largas como
- ¡¡¡Mi polla!!! - chilló el yesero.
- Sabéis que os digo que ya me cuesta describir como para que me vengan los gilipollas interrumpiendo, ¿vale?
Es que las descripciones son un rollo.
- Seis líneas, joder. Seis líneas y no podéis aguantar más.
- Es que somos una generación así como que nos va lo epiléptico, ¿sabes? Rápido, rápido, rápido... como los flashes en la disco, ¿entiendes?
- Y tus descripciones son horrendas - dijo el electricista - y te he estropeado los calcetines. ¿Me prestas un par más?
- Pues a partir de hoy va a describir vuestro padre.
Y me alejé de ellos.
- Joder, como se ha puesto por una broma.
- Vaya carácter.
Ya os digo... si lo conoceré yo...
Al final conseguí perderlos de vista y no oírlos... gilipollas... desgraciados... A mí tampoco me apetecía venir a este mundo ni ser el líder ni el elegido ni el narrador ni mierdas de esas, coño, pero alguien tenía que serlo. Alguien. Lo mínimo que podían decir es gracias o aportar algo o una crítica constructiva, pero nada, se dedican a quejarse, decir guarradas y estropearme los calcetines. Me senté en un tronco aun a sabiendas de que me mojaría el culo.
- Ahí sentado te vas a mojar el culo.
Una voz. Femenina. Algo grave. Alcé la mirada. Una mujer se apoyaba en un árbol. Era... No. Nada de descripciones.
- Hola.
- Hola, desconocido. ¿Cómo te llamas?
- Jorge.
- Soy Leola.
- ¿La bruja del pantano?
- No soy una bruja, solo soy una pobre chica que vive sola en un pantano y se dedica a la medicina alternativa.
- Ah, si solo es eso.
- ¿Me dejas que te invite a un café en mi humilde choza?
- Estoooo...
¿Qué había dicho Chistorra sobre Leola? ¿Qué algo de algo? ¿Qué no dijeramos su nombre delante de un espejo? Cada vez que pensaba en la ¿advertencia? ¿consejo? de Chistorra sólo podía ver al pájaro hay dándole que te pego con la piedra... Qué gracia más graciosa...
- ¿Qué me dices?
- Sí, claro.
Y le di la mano que me tendía. ¿Qué podía pasar? Se la veía buena chica.

Leola, a la que las malas lenguas llaman La bruja del pantano.
Lo dicho, se la ve buena chica, ¿no?

En este capítulo
Special Guest Star: Leola
Porque ella me lo pidió.

1 comentario:

Mara Oliver dijo...

jejeje, ains, si es que tenían que venir los popis a cantarle el "que no, que no, que no, que noooo" :P