Hace 33 años en un frío, húmedo y sucio paritorio de una ignota ciudad centroeuropea del hermoso país de Ruritaria (¿o era Silvadia?), unos gritos estuvieron rasgando los velos de las calles y sus plazas durante tres noches seguidas. Y unas voces con un marcado acento que recordaba a los malos de las películas de los cincuenta acompañaban esos gritos con consejos inútiles y ligeramente paternalistas.
- Apriete, apriete...
- Vamos, seguro que puedes hacerlo.
- Apriete, como si tuviera uno de esos peos complicados que se atraviesan en mitad del ojete...
- No puedo apretar más. Si aprieto más me sacaré a mí misma.
- ¿Qué hacemos doctor? El niño parece que no quiere salir...
- Trece meses, trece meses de infierno...
- ¿Qué le hace decir eso, enfermera?
- Llevamos tres días de parto, la madre ha dilatado medio centímetro, el niño se ha abierto de piernas y hace presión en las paredes de útero, me ha robado un bolígrafo y parece que ha escrito "El menda estuvo aquí".
- Tendremos que ser más drásticos.
- ¿Yo que hago?
- Apriete, mujer, apriete.
- ¿Qué significa "drásticos"?
- Bueno, ¿recuerdas por lo que me expulsaron de la facultad de medicina, del hospital donde hacia prácticas y por lo que he acabando en este miserable pueblo jugando a ser dios, experimentando con animales y secuestrando a jubilados que están tomando el sol en la plaza y diciendo hay que ver, hay que ver?
- ¡Madredelamorhermosoquemesaquenalbichoestedeaquídentroqueelcabrónestámordiendo!
- Apriente y calle, que estamos hablando. ¿Quiere un cigarrillo?
- Gracias.
- Yo también... sí, sí, aprieto.
- Sí, doctor, lo recuerdo.
- Pues ha llegado el momento de volver a desafier a la naturaleza...
- No será capaz.
- ¿De qué están hablando?
- Calle y apriete. Enfermera, tráigame cavador sónico.
- ¡No!, el cavador sónico, no.
- Sí.
- Dioscomodueleelcabrón...
- Tráigalo... no podemos perder el tiempo.
- ¿Me dolerá doctor?
- Mucho, señora, tanto que preferiría que le estuvieran metiendo un hierro candente por las fosas nasales mientras una rata le muerte los dedos de los pies.
- Aquí lo tiene, doctor.
- Joder... ¿eso es el cavador sónico?
- Sí, señora.
- ¿Y eso me lo van a conectar dónde...?
- No lo conectamos... lo metemos.
- ¿Qué? No... no... no... AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA...
- Más adentro, más adentro.
- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
- Un poquto más... ponga la gasolina... encienda la mecha... conecte los dispositivos tróficos moleculares... sí, sí, la obra de mi vida...
- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
- Sí, vive, vive, vive...
- Está saliendo.
- Un poco más.
- La cuerda ya la he atado a la mano del niño... no vea la de cosas que tiene allí dentro...
- Bien, ate el otro extremo en el pomo de la puerta...
- Hecho.
- Y cuando yo se lo diga... cierre la puerta con todas sus fuerzas... Uno, dos... y TRES.
PAM
- Ya lo tenemos aquí.
- Sí, deconecte las máquinas y extraiga las cuchillas.
- ¿Está bien?
- A ver este pequeño bastardo que tanto trabajo nos ha dado...
- ¡Oh dios mío, doctor? Es...
- ... un engendro.
- Voy a vomitar.
- ¿Qué he hecho? ¿qué he creado?
- ¿Y el niño? ¿Cómo está el niño?
- Doctor, no se le podemos enseñar... le diremos que ha nacido muer... bueno, ya sabe... será menos cruel.
- Envuelva un zapato en una manta y déselo... siempre será mejor que... que... esto.
- ¿Y qué hacemos con el niño?
- No lo sé... no lo sé... no lo sé...
- Esto le pasa por jugar a ser dios.
- ¿Por qué el niño huele tanto a cuero?
***
Tres días después un joven matrimonio proveniente de Santa Margarida de Montbui, una población cercana a Igualada, se había equivocado en un cruce y en vez de ir a Vilanova i la Geltrú se encontró con los Cárpatos delante.
- Te dije que tendríamos que haber preguntado.
- No me he perdido, niña.
- Anda que no.
- ¿Me vas a decir a mí si me he perdido o no?
- Pst.
- Joer, nene, que susto me ha dado el tipo y la vieja bruja que han salido de un salto del contenedor de basura.
- ¿Les interesa comprar esto? Se lo vendo por tres barras de pan.
- ¡Dios, qué asco! ¿Qué es?
- Es un perrito, nene.
- ¿Qué marca?
- No importa, es repugnantemente feo.
- ¿Les interesa o no?
- Sí, claro, nos lo quedamos. No hemos ido a la playa, pero al menos sacaremos un perro. Sus barras de pan.
- Adiós.
- Adiós. Perrito bonito, perrito bonito... ¡Desgraciado, me ha mordido!
- ¿Qué hemos hecho, doctor?
- Hemos liberado a la bestia y ahora es problema de otros.
- Ah, si es problema de otros, estoy más tranquila.
- Vamos, el zapato debe tener hambre.
***
Esa pareja que compró un perro raro, pero a su manera violenta y sangrienta, cariñoso al cabo de unos años fue al veterinario y allí le dijeron que lo que habían comprado en un vertedero cerca de los Cárpatos no era un perro, sino un niño de tres años. Como ya lo tenían medio criado decidieron ponerle de nombre Jorge y acabarlo de criar.
En un pueblo perdido de centroeuropa un doctor maléfico y mentalmente inestable reza porque un día esa criatura creada por la mezcla en una probeta de ADN de chimpancé, de humano, de mofeta y de mueble de IKEA no sufra una sobreexposición a cine catastrofista y literatura erótica que provoqué una reacción en cadena que lleve al mundo a su perdición en el 2019.
En un pueblo aún más perdido de centroeuropa un zapato acaba de ser padre de una preciosa niña y de una encantadora sandalia.
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4 comentarios:
Eres increíble. Un gran abrazo.
Dios mío, la cuenta atrás para 2019 no ha hecho más que comenzar...
Que la felicidad sea contigo.
Genial, como siempre. ¡Muchas felicidades!
Leola, mi origen sí que es increible. Y más la versión con extraterrestres que me explicaba mi abuelo para impedirme dormir. Un gran abrazo para ti, hermosa.
Carlos, pero piensa que según los mayas en el 2012 se acaba el mundo así que os ahorráis mis planes malvados. Que la felicidad sea con todos.
M, gracias. Y genial rima con demencial.
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