domingo, 18 de septiembre de 2011

Y como dijo Brenda Lee...

El silencio de esta semana no se ha debido a causas voluntarias. Nada de viajes exóticos, aventuras buscando el mono dorado y sobreviviendo a su maldición, misiones secretas en Las Vegas o la grabación de un programa para la BBC con el título Los mejores postres del mundo donde me pagan viaje, alojamiento, comidas y sueldo para comer y hablar (que, por cierto, señor o señora BBC me ofrezco voluntario para un programa de esas características... no sé inglés, pero con subtítulos todo se arregla). No. Nada emocionante, intenso o divino. El motivo de mi silencio es sencillo... Empiezan los colegios y entro en la que es la peor semana del año.

Horrible... una semana horrible... porque todos los nervios, la mala leche, los cabreos y la impotencia se concentra y estalla en esta semana. Siete días de quejas, reproches, gritos, exigencias, discusiones, anulaciones, peleas, malentendidos, nervios, colas, carreras, cajas, retrasos, incompetencias y errores. Por parte de los clientes, de las editoriales y sí... también del librero. Porque metí una de esas cagadas de antología (en la que no voy a entrar en detalles) y como dijo Brenda Lee...


A todos esos niños que en su primer día de clase sacaron sus libros de sus maletas y vieron que era diferente al de sus compañeros. Espero que no hayáis sido objeto ni de burla, ni de escarnio, ni de bronca injustificada del profesor..


Lo siento, de verdad. Los libreros somos personas... y algunos libreros somos hasta humanos... y errar nos es propio e incluso tenemos derecho como miembros de esta especie que ha inventado la bomba atómica, las pastillas de menta, el ébola y los franceses... me equivoqué, pido disculpas... por favor, no me griten más. Nada de alzar la voz, acordarse de mi padre o menear la cabeza de un lado a otro mientras se murmura a la persona de al lado en voz así flojita que yo no me entere, pero fuerte que parezca que hablan de mí.

Es una semana muy dura para todos. Para el librero porque llueven pales y reclamaciones de todos lados, para las editoriales porque llueven libreros de todos lados y para los clientes porque los libros no llegan. Y cuando llegan, son muy caros. Y si se anula, pues no se devuelve la paga y señal. Y eso da mal rollo cuando se anula el lote, claro. Qué cansado...

Y claro, después de ocho horas así, pues que llego a casa con las fuerzas mínimas para hacer la cena, hablar con A. y sentarme a leer. Ni mirar objetos de decoración puedo.

Pero la semana de la muerte se ha acabado y el lunes empieza otra... el texto, poco a poco, se irá hiendo. Aparecerán novedades y los clientes que han sido desterrados por las colas interminables volverán buscando alimento. Los lotes de libros de texto desaparecerán y durante nueve meses todo será libros, libros y libros sin un solo cuaderno a la vista... 

Y espero recuperar fuerzas física y mentales para elevar las cotas de tontismo de este blog... A. me dice que hecha de menos Crónica de una obra. Reconozco que yo también.

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