1. Me entretienen (y benditas sean por ello): son la mayoría. Una película tiene que ser muy mala para que no la encuentre mínimamente entretenida (en estos momentos solo recuerdos dos experiencias cinematográficas tan duras que me entraron ganas de quemar el cine con todos los espectadores dentro y luego disculparme en el juicio explicando que había pagado dinero y perdido tiempo de vida viendo unas mierdas enormes). La mayor parte de estas películas sólo me producen unos momentos de entretenimiento y nada más (y nada menos). Iron man (John Favreau, 2008), Scharamouche (George Sidney, 1952), El ladrón de Bagdag (The Thief of Bagdad, Raoul Walsh, 1924), La diligencia (Stagecoach, John Ford, 1939), Jurassic Park III (Joe Johnston, 2001), y millones y millones de películas más. Son las películas que cuando apago el televisor o salgo del cine me hacen ser feliz por unos instantes.
2. Hablan de mí (y eso, a veces, duele). Son las películas donde encuentro retazos de mi mundo. El viaje intelectual y extenuante de La bella mentirosa (La belle noiseuse, Jacques Rivette, 1991) a los infiernos de la creación artística, El apartamento (The apartment, Billy Wilder, 1960) y su larga sombra de soledad y amargura en el corazón mismo de la comedia, El Sur (Victor Erice, 1983) o Viridiana (Luis Buñuel, 1961). Son películas que me remueven, me agitan, me conmueven, pero a las que controlo.
3. Soy yo (y eso, siempre, duele). Son pocas, pero radiografían a la perfección partes de mi alma, ventanas abiertas a mi interior, a mis obsesiones, a cómo soy. Son esas películas que podría atar con una cinta amarilla y entregar a alguien diciendo, toma, cuídalas porque estas películas soy yo. No tienen porque ser necesariamente mis películas favoritas ni que me gusten especialmente, pero tienen algo... son algo especial que me desnudan frente al mundo y, en cierta manera, me explican. Deseando amar (In the mood for love, Wong Kar Wai, 2000), Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999), Centauros del desierto (The searchers, John Ford, 1956) y otras pocas elegidas.
Y The Royal Tenenbaums (Wes Anderson, 2001) es una de ellas.
Sábado por la noche de hará un par de años. No tengo planes. Me quedo en casa con la sana intención de ver una película que acabo de comprar. Había oído hablar de ella, pero no había surgido la oportunidad de ir al cine. Además, sale el dios Stiller y eso siempre garantiza un buen rato. Espero una comedia algo amarga, un poco marciana, que me haga pasar una buena noche.
Y sí que me reí, sí que pasé un buen rato. Y solté un par de lágrimas y quedé admirado por como está narrada la película pensando que yo quería escribir algo así. Pero, además, me encontré con una de las comedias más tristes de toda la historia del cine y una película que estaba hablando directamente de mí y de mi forma de ver el mundo. Me encontré con alguien que estaba explicando por mí lo qué es para mí la vida. Un lugar triste, frío, lleno de dolor e incomunicación donde las personas que quieres sufren y les pasan cosas y no puedes hacer nada por evitarlo. Donde hieres a estas mismas personas, donde el amor suele ser sinónimo de dolor y donde luchamos estúpidamente por ser felices y encontrar nuestro lugar en un mundo que no entendemos.
Me encontré con una película que hablaba de mis obsesiones, del amor callado, de la desvinculación afectiva, de amigos que no hablan, del venirse abajo, de los secretos, de callarlo, del silencio, de no hablar, de huír, de compartir un cigarrillo con la chica que te gusta... y una escena demasiado conocida que me miraba a los ojos y hablaba de lo que siempre me ronda, pero con belleza, con ironía y con una gran gran canción.
Y sin dramatismos.
Ahí está la magia de la película. Es por eso por lo que la siento tan mía; por que digo que esta película soy un poco yo. Es una comedia. Pese a todo, es una comedia. Esos personajes con sus ínfulas existenciales, sus problemas que creen universales e importantes, no se dan cuenta que viven en una gran broma existencial, en un gran universo que es cómico. Con la mirada adecuada, todo es irónico, todo puede llegar a ser divertido. Y esa es mi mirada, la comedia amarga, la sonrisa irónica. Lo triste, pero con buena música y risas de fondo.
Y, sobre todo, está película es un poco yo por esta escena.
Ahí está la magia de la película. Es por eso por lo que la siento tan mía; por que digo que esta película soy un poco yo. Es una comedia. Pese a todo, es una comedia. Esos personajes con sus ínfulas existenciales, sus problemas que creen universales e importantes, no se dan cuenta que viven en una gran broma existencial, en un gran universo que es cómico. Con la mirada adecuada, todo es irónico, todo puede llegar a ser divertido. Y esa es mi mirada, la comedia amarga, la sonrisa irónica. Lo triste, pero con buena música y risas de fondo.
Y, sobre todo, está película es un poco yo por esta escena.
Porque un día veré aparecer una hermosa mujer a cámara lenta mientras suena These days y me reconciliaré con una vida que entre tanto dolor, permite tanta belleza.
4 comentarios:
Uff Jorge !!
Bien digamos que "In the mood for love" fué un maravilloso descubrimiento de mis antiguamente famosos " martes de cine" ( eso era antes de ser mamá )dijimos, va entramos a esta y...sorpresa nos gustó mucho, mucho, y digo yo no serà porque descubrimos algo de nosotros en ella ??
te propongo un nuevo tema :
Tu primer recuerdo de ver una peli en el cine :
Allà va el mio :
yo con mis dos hermanas y mi hermano todos mayores ( yo unos 4 o 5 años ) y la voz de mi hermano que decia : ella puede entrar ? señalandome a mi.
La pelicula :
Jesucristo Superestar.Aquello me marcó para siempre.
Supongo que ahora entedereis mi "obsesion" casi enfermiza por los musicales ( tanto de cine como de teatro )
Un abrazo y Jorge....
NOs vemos mañana !!
Las peliculas nos transportan a mundos interiores de otras personas. Las que han pensado y parido esas peliculas.
Muchas veces parece que pueda ser nuestra historia. Es lo que a mi me pasa con Smoke y las dichosas fotos, que bien podria ser mi proyecto...
Se le saluda mú cordialmente señor!
¡Qué gran película! Es perfecta se mire por donde se mire. ¡Y qué reparto, por Dios!
¿Qué tendrá el cine que es capaz de transportarnos de esta manera? Le debo tantísimos buenos momentos... ¡Espero que nunca me llegue la factura! Y para muestra, un botón: ayer estuve viendo "La conquista del oeste", y disfruté como un crío. Por culpa de la película al final me fui a dormir a las tantas, y hoy tengo un sueño que no me aguanto, pero... ¡Qué bien me lo pasé, coooño!
joder, joder, joder Jorge que no la he visto ni sabía de su existencia y ahora la quiero ver.
Tiene una pinta buenísima y con ese reparto ni me lo quiero imaginar...
A mi me pasa un poco como a ti con las películas, solo que yo tengo de un tipo más, aquellas que me hacen ver más allá de mi nariz y me transportan a otro mundo.
Besos!
Publicar un comentario