martes, 14 de octubre de 2008

Sobre mitos y erotismo II

Preámbulo

Un día de esos plagado de gilipollas. Supongo que una vez al mes los dejan salir para que los que trabajamos de cara al público no nos hagamos ilusiones y lleguemos a creer que el mundo es un lugar maravilloso lleno de gente amable.

Pero pasemos a cosas más agradables. Continuo con la lista de mis mitos eróticos cinematográficos ordenados por décadas tal como me lo pidió Jordi. Así que si en la anterior entrada nos encontrábamos en lo que llamaron "los felices años veinte", ahora nos adentramos en lo que serían los duros treinta, el verdadero inicio del siglo XX.

Años treinta. Carole Lombard.

En los años treinta se estableció definitivamente el panteón de diosas cinematográficas. Estamos hablando de la época de eclosión de figuras imprescindibles como Greta Garbo paseando su soledad por todas las épocas, la fresca belleza de Paulette Goddard o la irrupción de la gran Marlene Dietrich con su esquiva belleza, su voz grave y su mirada de voy a traerte muchos problemas, nene. Lana Turner hace sus primeras películas, pero de momento es una actriz que empieza (lo de incendiar pantallas vendría después). Joan Crawford paseaba su desprecio a diestro y siniestro siendo la menos sutil de las mujeres fatales y de Inglaterra desembarcó una pequeña actriz que vendría a cambiar para siempre la historia del cine: Vivien Leigh.

Pero de todas ellas yo me quedo con una pequeña mujer nacida un 6 de octubre de 1908 (este año se cumple su centenario) en Indiana bajo el nombre de Jean Alice Peters, pero que para la historia sería Carole Lombard.

¿Y por qué? Era una mujer guapa, pero no espectacular. Elegante, sofisticada, con bonita voz. No tenía un físico rotundo que mareara por sus curvas. No protagonizo ninguna escena que elevara la temperatura corporal de las salas. No utilizo su cuerpo como arma sexual ni aparecía vestida de frac seduciendo con voz grave (¡divina Marlene!). Pero tenía algo que dentro de mi mundo resulta de lo más erótico que pueda existir:

Sentido del humor (¡já! ¿que os pensabais? ¿qué esto iba a ser un desfile de tetas y culos? No, señores. Soy algo más profundo que eso... no mucho más, vale, pero un poquito sí).

Carole Lombard y Robert Montgomery posando llenos de glamour en una pausa de rodaje de Mr. & Mrs. Smith (1941) de Alfred Hitchcock

Lo siento, el sentido del humor lo encuentro muy erótico. Una mujer divertida, malhablada, irónica, faltona, un poco cruel, con el sentido del ridículo extirpado en el momento de nacer, payasa, etc. Alguien de risa fácil, con la que reír dentro y fuera de la cama. Y Carole Lombard era una de estas mujeres. Se cuenta que era una de las personas más divertidas y antidivas de Hollywood. Y malhablada. Muy malhablada. Además, fue la única actriz que trató de tú a tú al maestro Hitchcock. Y por esto él la adoraba.

¿Momentos?

Varios. La cruel parodia que hacía de Greta Garbo en Al servicio de las damas (My Man Godfrey 1936) de ese desconocido mago del humor que era Gregory La Cava, cuando intentaba seducir a William Powell. Los ataques de hipocondría en La reina de Nueva York (Nothing Sacred, 1937) de William A. Wellman y con guión de Ben Hetch y Dorothy Parker (no acreditada). Y toda la película, cada una de las escenas en las que aparece o se la nombra en Ser o no ser (To be or not to be, 1942) de Ernst Lubitsch como la adorable Maria Tura.

Era una cómica nata, una payasa sin contemplaciones, un ángel venido a la tierra para hacer reír. Una mujer guapísima y elegante. Cuando veo alguna de sus películas (y no las veo poco, por cierto) no puedo dejar de sentir ese punto de erotismo que tiene la comedia. Porque una mujer riendo siempre será más atractiva y erótica que cualquier trágica.

Y un par de apuntes biográficos. Se casó dos veces. Una con William Powell, del que se divorció dos años más tarde pero con el que le unió una fuerte amistad, y con el macho entre machos de la época Clark Gable formando uno de esos matrimonios de ensueño. Murió en un estúpido accidente aéreo a la edad de 33 años.

La comedia todavía la echa de menos.


Escena de la película de 1932 No man of her own donde formó pareja por primera y única vez con Clark Gable. Como comprenderéis, el hecho de que en esta película sea librera hace ganar algunos puntos... y siempre los mágicos estantes altos.

7 comentarios:

Jordi Vivancos dijo...

Precisamente Mitchell Leisen dijo de ella: "Su aspecto es el de un ángel, pero habla como un marinero". ¿Se puede hacer una descripción mejor?

Sin lugar a dudas, Carole Lombard es uno de esos seres maravillosos que contribuyen a que el mundo sea un lugar habitable. Personalmente le debo los hartones de reír con "To be or not to be", que para mí no tienen precio.

Así pues, le quedo eternamente agradecido, Miss Lombard.

Suyo,

Jordi

Libélula dijo...

Jorge,

Por medio de Cesc, descubrí tu lugar. Confieso que me gusta mucho!

Me encanta el cine y esa época a mi parecer es lejos la mejor. No sé si por tratarse de otra época, ser en blanco y negro, cómo hablaban, no sé... Me alucina.

Besos y pasaré más seguido!
Libélula

Libélula dijo...

Jorge,

Me estoy dando una panzada con tus posts! Menos mal que tengo una riquísima y fría cerveza para acompañar tan grato momento!

Nos vemos, Libélula.

Cloe dijo...

Tienes razón el sentido del humor es totalmente erótico, pero no solo en las muejeres, también en los hombres, yo personalmente soy como Concha Velasco, necesito un hombre que me haga reir jaja.

Yo me quedo con Joan Crawford paseando su desprecio, porque para mi no hay mujer más viva, cruel, despiadada y bella, no lo puedo evitar, la adoro.

Besos!

Jorge dijo...

Jordi: no añadiré nada a lo que ya hemos comentado tantas y tantas veces. Solo una frase y un recuerdo: "Campo de concentración Reidhard".

Libélula: me he paseado por tu estanque entre las aguas. Es un lugar precioso para descansar. Gracias por los ánimos y envidia por la cerveza (ahora me vendría muy bien una).

Cloe: el sentido del humor es imprescindible. Y los tacos. Un "joder" o un "coño" bien dichos pueden derretir (más) los polos. Y Joan Crawford... es que recuerdo su primera aparición en "Mujeres" de George Cukor y, joder, es que se ve que es mala con solo mover la cabeza. Era un huracán. Fantástica.

La chica automática dijo...

Yo me quedo con la Bacall, menudo pivón. Y también fue a arrejuntarse con otro grande (aunque a mí Clark Gable me parece el eslabón perdido, cero atractivo). Y desde aquí exijo algunas palabras para ese otro mito: Gene Tierney.

Jorge dijo...

Automatica: aun no hemos llegado a los cuarenta... prepárate.