¿Qué? ¿Qué hay un par de personas que no saben qué es la fiesta de Sant Jordi? Pues lo explico, pero breve. Que si ahora me entretengo echo a perder un montón de entradas para los próximos días.
Sant Jordi es la fiesta importante en Catalunya. Se celebra cada 23 de abril no importa en que caiga. Digamos que es un día festivo (aunque se trabaja) y cultural. La tradición arranca de una leyenda muy arraigada en estos pagos (que ya explicaré con calma y lujo de detalles cuando la fecha se acerque) y de la voluntad de unos libreros de vender más. Porque en este día lo más importante es el libro.
La tradición dicta que los libreros sacan sus negocios a la calle. Se montan paradas en las plazas de la ciudad (de todas las ciudades y pueblos y aldeas y villas de Catalunya) y se exponen los libros. La gente compra y regala libros. Porque la tradición dicta que las muchachas regalan un libro a sus enamorados. Y viceversa. Y enamoradas a enamoradas y enamorados a enamorados. Y se regala también entre la familia, a los amigos, y a los que se llaman Jorge, Jordi, Jordina, Yuri, Georges, Gorgina, George, Giorgio, etc. (que para algo es su santo y espero que todos os acordéis). Y una rosa. Estos son los regalos de Sant Jordi: un libro y una rosa. Una fiesta muy de enamorados (en verdad, en Catalunya se considera que este día es el verdadero día de los enamorados). Las calles se llenan de gente que busca libros, compra, chafardea, consulta y, en ocasiones, roba. Prácticamente a todo el mundo le gusta esta fiesta porque se hace en primavera, porque la gente está más contenta, porque hay libros, etc.
Aspecto a primera hora de la mañana de la Plaça de Cal Font (centro neurálgico de la fiesta en Igualada) y de la parada que los de la Llibreria Aqualata montamos el año pasado. Yo estoy detrás de la cámara.
Y para los libreros es el día grande. Muchas librerías viven el resto del año de los réditos que les ha dejado este día. Porque se venden muchos libros. Pero muchos. Muchos, muchos, muchos. Algunos de ellos serán acogidos con ilusión y cariños, otros se olvidarán en la mesilla de noche o en alguna estantería. Porque es un día que se regalan libros, muchos de ellos porque lo dicta la tradición.
Era mi fiesta favorita del año. El día que esperaba con ilusión y me zambullía en las paradas de libros a un euro y llegaba a casa cargado con veinte o treinta libros viejos, amarillos, rotos o escritos. Me encantaba ese día y solía pasarlo en la calle. Hasta que empecé a trabajar como librero.
Desde ese día odio Sant Jordi.
Da mucho trabajo un solo día. Demasiado. Existe la creencia que un librero empieza a preparar la campaña Sant Jordi un par de días antes, como mucho una semana. No señores. Es un trabajo de meses. De ver novedades, comprarlas, meter en cajas, preparar la parada, buscar gente que trabaje ese día, libros arriba y abajo, representantes que llegan y se van y todos tienen en su fondo el libro que más se venderá ese año, etc.
Algunas de las cajas llenas de libros que llevamos a la Plaça de Cal Font el año pasado para Sant Jordi.
¿Y por qué me dedico ahora a hablar de Sant Jordi si la fiesta es en abril? Porque estamos a punto de empezar la campaña y he decidido que iré escribiendo entradas para que sepáis todo el trabajo que comporta ese día. Si os interesa, claro.
Y porque quiero hacer un retrato del trabajo del librero en la fiesta grande del libro y reparar así un agravio histórico: cuando al día siguiente se hace balance de lo que ha traído el día de Sant Jordi siempre se habla de tres factores, autores, lectores y editoriales. Del librero, nunca. Y, en mi modesta opinión, creo que es importante.
Y así vuelvo al principio. Ayer llegaron dos representantes con las primeras novedades para Sant Jordi y las primeras promesas de ventas astronómicas de sus libros. Empezamos a ordenar el almacén con vistas a todo los que nos llegará. Empezamos a decidir qué haremos este año, pocos títulos y mucha cantidad, o muchos títulos y poca cantidad. Aunque el resultado está más que claro, muchos títulos y mucha cantidad. De eso no nos libramos.
***
Y no creáis que me he olvidado de lo que había prometido. La relación café-libros. Pues es muy sencilla. A finales del siglo XVII se fundaron las muchas revistas literarias que permitieron la difusión de la lectura a más potenciales clientes. Este aumento de las revistas coincidió con la popularización en Europa del café como bebida social y como local (no sin pocas polémicas... los vecinos solían quejarse del humo, el ruido y las personas indeseables que empezaron a rondar por las calles... ¿os suena de algo todo esto?).
Quiso la historia que muchos de estos cafés se abrieran en los mismos distritos donde había librerías por lo que el siguiente paso estaba cantado. Comprar un libro o una revista en la librería e ir a tomar un café. Poco a poco los clientes empezaron a intercambiar opiniones y se crearon tertulias literarias donde se discutía de lo divino y lo humano. Todos juntos y de todas las profesiones alrededor de una taza de café. Y a esta mágica alquimia de libros y café se añadió muy poco después otro invitado: el tabaco. La ecuación ya estaba completa: el café alteraba los ánimos, soltaba la lengua y daba vitalidad. El tabaco calmaba, relajaba y daba a la conversación un tono moderado. El libro daba el tema de conversación.
Y así ha sido hasta ahora. La importancia que ha tenido para la evolución de la literatura los cafés literarios, las tertulias, las largas charlas. Y el placer personal de entrar en una cafetería o en un bar, pedir un café y sentarse en una mesa para leer con placer e intimidad en medio de la gente, para subrayar, discutir con nadie, escribir, pensar y disfrutar.
Como siempre, nos vemos en los bares. Pero si nos encontramos con un libro entre las manos, antes asegurarnos de que no vamos a interrumpir algo importante.
Quiso la historia que muchos de estos cafés se abrieran en los mismos distritos donde había librerías por lo que el siguiente paso estaba cantado. Comprar un libro o una revista en la librería e ir a tomar un café. Poco a poco los clientes empezaron a intercambiar opiniones y se crearon tertulias literarias donde se discutía de lo divino y lo humano. Todos juntos y de todas las profesiones alrededor de una taza de café. Y a esta mágica alquimia de libros y café se añadió muy poco después otro invitado: el tabaco. La ecuación ya estaba completa: el café alteraba los ánimos, soltaba la lengua y daba vitalidad. El tabaco calmaba, relajaba y daba a la conversación un tono moderado. El libro daba el tema de conversación.
Y así ha sido hasta ahora. La importancia que ha tenido para la evolución de la literatura los cafés literarios, las tertulias, las largas charlas. Y el placer personal de entrar en una cafetería o en un bar, pedir un café y sentarse en una mesa para leer con placer e intimidad en medio de la gente, para subrayar, discutir con nadie, escribir, pensar y disfrutar.
Como siempre, nos vemos en los bares. Pero si nos encontramos con un libro entre las manos, antes asegurarnos de que no vamos a interrumpir algo importante.
7 comentarios:
ese dia también se celebra el dia de Castilla-León...la derrota de los comuneros...pero ahí ni libros ni nada de nada...solo política...
durante un tiempo trabajé de kanguro y mientras el niño estaba en la clase de karate, yo le esperaba leyendo en la cafetería...creo que desde entonces no lo he vuelto a hacer...una pena, verdad?
y a mi si me interesa que hables de tu trabajo...por si tienes dudas :D
Bss!!
Es una de las pocas fiestas populares en las que se fomenta la lectura en vez del bebercio y el comercio... Nunca he estado en Cataluña por esas fechas y tiene que ser impresionante ver ese ambiente en la calle.
Buenos, pues ambas desde ya sabéis que estáis invitadas a vivir un Sant Jordi en Igualada. Eso sí, poco podré estar por vosotras porque la parada me tendrá absorbido, perderé el juicio y acabaré como los otros años cantando coplas entre libro y libro.
Lebanon: política... buff... que rollo. Y tienes que volver a los cafés con un libro bajo el brazo. No puedes perder esos momentos. Y si has perdido el hábito, tranquila que me ofrezco para darte unas clases.
Bellota: escápate el día que puedas. Es bonito verlo, de verdad.
Hooola !! bueno jorge te olvidas de decir que genralmente el librero ya puede ir olbidandose de su familia , ya que al menos en nustro casa como minimo el dia antes y el mismo dia de sant jordi a mi por casa ni me huelen !! mi pobre hija pregunta que donde se ha metido su madre y finalmente me visita en la parada de la Porxada , si es que consigue verme entre la cantidad de gente que me rodea !! por cierto a mi ya me han visditado ( Jordi de Random y francesc de Agora !! )
Bueno, puedo dar fe de que Sant Jordi es uno de los días más bonitos en Catalunya. Léase que no he dicho fiesta, porque en realidad no lo es. Aunque el ambiente lo es totalmente.
Buenas, finalmente me decidí a pasar por tu blog y me llevé una grata sorpresa :)
Compartimos la pasión por la literatura, pero lamentablemente en mi país no se generan ese tipo de encuentros que (por más que los libreros los odien, y con razón!) fomentan la cultura de una manera genial. Será cuestión de cruzar el charco y llegarme a Catalunya, no? :P
A la espera de más novedades de Sant Jordi, saluda atte
Seba
Lali: Mica en mica. Ja parlaré del que suposa pels llibreters i la seva vida personal. Queda molt a dir.
Albert: se tiene que vivir y tú lo vives que "ets de la terra". No es festivo, tú lo dices, pero el ambien que ser respira es como si lo fuera.
Sebastian: Cuando quieras ya lo sabes. Cruza el charco y para acá a comprar libros, regalar rosas y estar por la calle. Y en cualquier ciudad o pueblo, el día es mágico. Los libreros... bueno, es que da mucho trabajo... pero en el fondo es bonito (pero muy en el fondo). Por cierto, visito de forma asidua su blog aunque siempre esté callado.
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