lunes, 28 de julio de 2008

Ottolina i la gata groga

Lectura de novedad: Ottolina i la gata groga (ed. Cruilla, 2008)

El mismo día que llega a la librería, Ottolina se viene a tomar una cerveza conmigo (bueno, ella un zumo de manzana) . Solo posar mis ojos sobre la portada (roja intensa, con un retrato ovalado de una preciosa niña rubia con mirada pícara y traviesa de quien quiere vivir una aventura, con ribetes dorados en el lomo) supe que este libro me iba a gustar. Para saberlo, la comprobación que hago siempre; lectura de la primera frase.

L'Ottolina vivia al pis vint-i-quatre de La Pebrera. En realitat, el nom de l'edifici era Torre Hufflendinck, però com que semblava ben bé una pebrera tothom en deia "La Pebrera".

Y a continuación un dibujo del skyline de una ciudad que no conocemos, pero que tiene edificios con el nombre de "Nariz de payaso", "Caja de zapatos" o "Helado de cucurucho". Y cuando se gira la página, nos encontramos con un retrato de los dos protagonistas de esta historia: Ottolina Brown y el señor Munroe.

Ottolina es una niña que cada día se peina diferente para no aburrirse, que le gusta coleccionar zapatos (pero solo uno de cada par por lo que siempre calza zapatos diferentes), escuchar conversaciones ajenas, ver su colección de postales, escribir en su cuaderno y resolver misterios. El señor Munroe es bajito, peludo y noruego. No habla mucho y le gusta comer cereales y chocolate caliente (en verdad, no come otra cosa). El señor Munroe cuída de Ottolina, porque los padres de ésta están siempre de viaje y para que no se ponga triste deja que le peine aunque a él no le gusta nada. Un día empiezan a desparecer perros falderos de viejas ricas y aburridas, y Ottolina piensa que quizá ella pueda hacer algo.

Ottolina i la gata groga esta escrita e ilustrada por un señor llamado Chris Riddell (http://www.chrisriddell.com/) que no ha escrito ni un álbum ilustrado con mucha letra ni una novela con mucha ilustración, sino que lo que ha construido es algo que podríamos llamar novela ilustrada. Habitualmente, en las novelas juveniles que llevan sus ilustraciones nos encontramos que la ilustración enseña una parte de la novela, pone en imágenes algo referido en la narración. En Ottolina, no. En Ottolina el texto y la imagen se integran y se funden en uno. La narración fluye, encuentras un dibujo, y la narración vuelve a fluir. Pero el dibujo ha explicado algo de la historia, ha aportado una información (en muchos casos importantísima para el transcurrir de la historia) y si no hemos sabido leer las imágenes, perdemos esa información (un ejemplo claro es cuando el señor Munroe le dice a Ottolina que si quiere puede peinarla para animarla. La narración no nos ha dicho que Ottolina estuviera triste, pero si nos fijamos en la ilustración la vemos llorando. Y así toda la novela.

Hay páginas que solo son ilustraciones (algunas maravillosas como la doble página dedicada a los cambiadores de bombillas) donde desfilan colecciones de meteoritos, osos que viven en la lavandería, postales, perros jugando a poker mientras fuman huesos, pulidores de pomos y abrazos tan enormes que te sientes incluido. El dibujo es precioso y sencillo, ágil, divertido y absurdo. La historia es sencilla, divertida, llena de humor y emoción, con acción, disfraces y malvados.

Una novela preciosa de fácil lectura, pero con muchas lecturas para personas a partir de 7-9 años. Y, por favor, que lo infantil y juvenil no se quede solo para niños o jóvenes. Creo que, por ejemplo, esta es una novela que puede gustar a cualquier adulto interesado en la ilustración y en los hombres peludos de Noruega.

1 comentario:

littleEmily dijo...

Por lo que he leído, me recuerda a "La invenció de l´Hugo Cabret", que me hizo disgrutar muchísimo. Me han entrado ganas de leer la historia de Ottoline