Estas tres que vienen a continuación se podrían agrupar bajo el título Mis problemas con las mujeres. Mal que me pese aun no he podido desprenderme de cierto deje de romanticismo postadolescente y trasnochado y cuando estoy en la librería y se abre la puerta, siempre espero que en ese momento aparezca la clienta de mi vida y pueda vivir en propia carne la escena del segundo capítulo de Si una noche de invierno un viajero del gran Italo Calvino, donde el lector conoce a la lectora. En casi tres años de trabajo en la librería, aun no ha pasado.
Entra una muchacha en la librería. Es mona. Tiene uno de eso físicos tranquilos y relajados que me gustan, de movimientos suaves y elegantes. Viste un punto demasiado discreta y su andar por la librería demuestra vacilación. No es una clienta habitual. Me acerco a ella.
- ¿Puedo ayudarte?
- Sí, buscaba libros de cuentos, pero no para niños. Algún libro de cuentos para adultos.
- ¿Algún autor en especial?
- No.
Parece que será uno de esos momentos en los que disfruto con el trabajo de librero. Aconsejar, enseñar, discutir... y libros de cuentos... encontrar un lector de cuentos es difícil, son una raza minoritaria y en extinción. Aun recuerdo la frase que me soltó una clienta habitual No me gustan los cuentos porque me gustan los libros que expliquen una historia.
- Pues aquí tienes a Chejov tanto en castellano como en catalán,... se acaban de publicar en bolsillo los cuentos completos de Flannery O'Connor... ¿has leído a Empar Moliner? Muy divertida... y Roald Dalh... y Quim Monzó y John Cheever... o Pere Calders, uno de los mejores cuentistas del mundo... o... o... o...
Por culpa de mi entusiasmo no advierto que la muchacha empieza a mostrar una mirada más perdida, más fuera de lugar. No coge los libros que le enseño, no replica, no me dice si conoce o no conoce. Los pocos que coge no los abre ni los ojea sino que los sostiene sin fuerza entre sus manos. Al final habla.
- Creo que no me has entendido. Quiero libros de cuentos que te enseñen alguna cosa.
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero uno de esos libros de cuentos que te enseñan a pensar.
Y se murió el romanticismo.
***
Los libreros desarrollamos amores en la librería. Hay clientes que nos gustan más o nos caen mejor, con los que nos lo pasamos bien hablando de libros o de cine, con los que recomendar lecturas es divertido. Y no se los demás libreros, pero también se desarrollan amores platónicos. Uno de esos amores platónicos se llama Lidia. Entró una mañana de sábado en la librería llevando, como dice la canción, jazmines en el pelo y rosas en la cara, airosa caminaba la flor de la canela. Estuvo un tiempo entre las estanterías y cuando se presentó en caja llevaba los relatos completos de Virginia Woolf y una antología de relato fantástico que habían hecho Borges y Casares. Caí rendido a sus pies.
- ¿Te gusta Virginia Woolf?
- Sí.
- Lo digo porque a lo mejor te gusta esta autora... es muy de su línea. - salí del mostrador y le entregué La niña del faro de Jeanette Winterson. Sin pensárselo me pidió que se lo añadiese a la compra.
Una semana volvió a entrar en la librería. Sin saber porqué me puse nervioso. Andaba con su elegancia habitual derramando lisura y dejando a su paso aromas de mixtura que en el pecho llevaba, vestida toda de blanco y con su largo pelo moreno cayendo sobre sus hombros. Yo estaba en la sección de autoayuda colocando unos libros.
- Hola.
- Hola.
- Me leí La niña del faro.
- ¿Y qué tal?
- Fue fantástico. Increíble. Lo empecé a leer y me dio la sensación que el libro había sido escrito para mí. Que hablaba de mí.
Sus grandes ojos me miraban fijamente, sentía su piel morena cálida y me sentía transportado por su belleza.
- Me alegra oírlo.
- Y después de leerlo, tumbada en la cama, estuve toda la noche pensando en ti, pensando que tenía que darte las gracias de algún modo, pensando que me dieras este libro en este preciso momento no era solo una casualidad y que tiene que haber algo más...
A lo que respondí.
- Aaaakjjjldrodmoepdjoe... je je je - se me cayeron los libros al suelo -. Perdona.
Y me fui.
Sí, puedo llegar a ser tan patético en cuestión de mujeres.
Los libreros desarrollamos amores en la librería. Hay clientes que nos gustan más o nos caen mejor, con los que nos lo pasamos bien hablando de libros o de cine, con los que recomendar lecturas es divertido. Y no se los demás libreros, pero también se desarrollan amores platónicos. Uno de esos amores platónicos se llama Lidia. Entró una mañana de sábado en la librería llevando, como dice la canción, jazmines en el pelo y rosas en la cara, airosa caminaba la flor de la canela. Estuvo un tiempo entre las estanterías y cuando se presentó en caja llevaba los relatos completos de Virginia Woolf y una antología de relato fantástico que habían hecho Borges y Casares. Caí rendido a sus pies.
- ¿Te gusta Virginia Woolf?
- Sí.
- Lo digo porque a lo mejor te gusta esta autora... es muy de su línea. - salí del mostrador y le entregué La niña del faro de Jeanette Winterson. Sin pensárselo me pidió que se lo añadiese a la compra.
Una semana volvió a entrar en la librería. Sin saber porqué me puse nervioso. Andaba con su elegancia habitual derramando lisura y dejando a su paso aromas de mixtura que en el pecho llevaba, vestida toda de blanco y con su largo pelo moreno cayendo sobre sus hombros. Yo estaba en la sección de autoayuda colocando unos libros.
- Hola.
- Hola.
- Me leí La niña del faro.
- ¿Y qué tal?
- Fue fantástico. Increíble. Lo empecé a leer y me dio la sensación que el libro había sido escrito para mí. Que hablaba de mí.
Sus grandes ojos me miraban fijamente, sentía su piel morena cálida y me sentía transportado por su belleza.
- Me alegra oírlo.
- Y después de leerlo, tumbada en la cama, estuve toda la noche pensando en ti, pensando que tenía que darte las gracias de algún modo, pensando que me dieras este libro en este preciso momento no era solo una casualidad y que tiene que haber algo más...
A lo que respondí.
- Aaaakjjjldrodmoepdjoe... je je je - se me cayeron los libros al suelo -. Perdona.
Y me fui.
Sí, puedo llegar a ser tan patético en cuestión de mujeres.
***
La última de las historias que hoy voy a escribir tiene como protagonista absoluta a una señora de edad avanzada. Entró en la librería y se dirigió directamente a mí.
- Hola. Buscaba un libro, pero no me se el título.
Hasta aquí la historia es lo más normal del mundo. El librero, en numerosas ocasiones, tiene que actuar como un investigador privado/adivino para intentar saber a qué título se refiere un cliente.
- Bueno, dígame e intentaremos encontrarlo. ¿Sabe algo del libro? ¿El autor, la editorial?
- Lo tuviesteis en la librería hace un par de años en la mesa de novedades. Es la historia de un chico que quiere a una chica y la portada es azul.
Silencio.
- ¿Ya está? ¿No sabe nada más?
- Es suficiente, ¿no?
- Necesitaría más datos.
- ¿Más datos? ¿No sabes cuál es?
- Pues no. Es difícil recordar todos los libros que han pasado por la mesa de novedades en estos dos años.
- Pero la portada es azul.
- Ya, pero no suelo retener en la memoria los colores de las portadas de los libros.
- Y te he explicado el argumento... Es sobre un chico que quiere a una chica.
- Mire señora, desde la Odisea hasta ahora todo son historias de chicos que quieren a chicas.
Silencio.
- Me habían dicho que en esta librería me podían ayudar.
- Son pocos datos.
- ¡Son datos suficientes! ¡Cualquier librero que le gustase su trabajo sabría de que libro hablo! Sois unos incompetentes.
- Señora, no se pase...
- Y te arrepentirás de no querer ayudarme...
- Yo quiero ayudar, pero su información es una mierda.
- Vas a morir.
La abuela tiró el bolso a un lado con tan mala fortuna que se lo incrustó a un representante en el cuello provocándole la muerte instantánea. Empezó a susurrar palabras en sumerio antiguo y ante mis ojos vi que poco a poco se iba transformando en un dragón de siete cabezas. Reconozco sin vergüenza que el hecho que se transformara en un animal mitológico me dejó un poco descolocado, pero reaccioné con rapidez enarbolando la legendaria espada que me legó mi abuelo después de que Igualada se viera invadida por los orcos.
- Incompetente - chilló el dragón exhalando huracanadas ráfagas de fuego.
- ¡Muere criatura del infierno! - y salté hacia ella con la espada.
Sangre, visceras y horror en una batalla de dimensiones épicas que...
Bueno, quizá esta última historia esté un poco exagerada.
Y ya está. Aquí lo dejamos. El próximo día os explicaré la historia de la señora que quería comprar un libro para atraer a los pájaros a su jardín.
- Hola. Buscaba un libro, pero no me se el título.
Hasta aquí la historia es lo más normal del mundo. El librero, en numerosas ocasiones, tiene que actuar como un investigador privado/adivino para intentar saber a qué título se refiere un cliente.
- Bueno, dígame e intentaremos encontrarlo. ¿Sabe algo del libro? ¿El autor, la editorial?
- Lo tuviesteis en la librería hace un par de años en la mesa de novedades. Es la historia de un chico que quiere a una chica y la portada es azul.
Silencio.
- ¿Ya está? ¿No sabe nada más?
- Es suficiente, ¿no?
- Necesitaría más datos.
- ¿Más datos? ¿No sabes cuál es?
- Pues no. Es difícil recordar todos los libros que han pasado por la mesa de novedades en estos dos años.
- Pero la portada es azul.
- Ya, pero no suelo retener en la memoria los colores de las portadas de los libros.
- Y te he explicado el argumento... Es sobre un chico que quiere a una chica.
- Mire señora, desde la Odisea hasta ahora todo son historias de chicos que quieren a chicas.
Silencio.
- Me habían dicho que en esta librería me podían ayudar.
- Son pocos datos.
- ¡Son datos suficientes! ¡Cualquier librero que le gustase su trabajo sabría de que libro hablo! Sois unos incompetentes.
- Señora, no se pase...
- Y te arrepentirás de no querer ayudarme...
- Yo quiero ayudar, pero su información es una mierda.
- Vas a morir.
La abuela tiró el bolso a un lado con tan mala fortuna que se lo incrustó a un representante en el cuello provocándole la muerte instantánea. Empezó a susurrar palabras en sumerio antiguo y ante mis ojos vi que poco a poco se iba transformando en un dragón de siete cabezas. Reconozco sin vergüenza que el hecho que se transformara en un animal mitológico me dejó un poco descolocado, pero reaccioné con rapidez enarbolando la legendaria espada que me legó mi abuelo después de que Igualada se viera invadida por los orcos.
- Incompetente - chilló el dragón exhalando huracanadas ráfagas de fuego.
- ¡Muere criatura del infierno! - y salté hacia ella con la espada.
Sangre, visceras y horror en una batalla de dimensiones épicas que...
Bueno, quizá esta última historia esté un poco exagerada.
Y ya está. Aquí lo dejamos. El próximo día os explicaré la historia de la señora que quería comprar un libro para atraer a los pájaros a su jardín.
11 comentarios:
Eres un hombre de libros, pero tambien eres un hombre de historias.
Saludos, tmb me gusta mucho tu blog.
Los caballeros siempre ganan a los dragones...
Bss.
Me encantan tus recomendaciones de libros, cuando no sé qué leer, siempre confío en tu criterio, y creo que no me ha fallado nunca. Cuando en algún momento no estoy segura de qué leer, confío en mi sexto sentido para elegir los libros: tú. :)
María: me gusta explicar historias. Me gustaría que fueran cosas profundas y etereas, pero siempre me sale el humor por todas partes. Y no me halagues por las historias porque te puedes ver invadida por ellas.
Girl: en este caso vencí yo. Por poco, pero vencí. El desenlace será explicado en otra ocasión. Me encanta la elegancia de tu blog.
Sra. Dalloway: nos conocemos y se lo que te gusta en cuestión de libros. No se si ya te lo comente, pero si te quedas sin nada ves a buscar "La formula preferida del profesor". No te arrepentirás.
"Quiero uno de esos libros de cuentos que te enseñan a pensar"
¿En serio?
Yo creo que no le viste la cola de ratón que escondía por ahí...
:::
Envidio tu trabajo, de verdad.
:::
Para atraer pájaros tiene que comprar alpiste, no libros jajaja. Ok ya, muy malo mi chiste.
Ana, en serio. La frase exacta fue "quiero uno de esos libros que enseñan a pensar". Aun no me he recuperado. A lo mejor se le olvidó pensar y quería empezar de nuevo... Y tu chiste no es malo, es lo que le conteste a la clienta. Ese día no hice ninguna amiga nueva.
Bueno, sí, tu chiste es malo, pero es que creo que nuestro sentido del humor es parecido.
¡¡Fue EXACTAMENTE como Jorge lo cuenta!! ¡Yo estaba ahí en ese momento y lo vi TODO! Precisamente estábamos manteniendo una conversación sobre Proust y lo pueril que nos parece su obra cuando entró la abuela dragón. Si bien es cierto que al principio hubo un pequeño momento de confusión, no es menos cierto que Jorge supo reaccionar de inmediato y se portó como un verdadero héroe (Jorge, sé que ya te lo dije, pero te lo repito: quedé muy sorprendido de tu extraordinario dominio de la espada). Así pues, mientras él "espadeaba" con el dragón en una lucha cuerpo a cuerpo, yo le lanzaba ácidas ironías para debilitarlo escondido tras el mostrador. Lo que Jorge no cuenta es el lamentable estado en que quedó la tienda, y aunque a su jefe no le gusta que se diga para no atraer a curiosos, lo cierto es que esta semana han tenido que cerrar la tienda para reparar los muchos desperfectos.
Esta entrada parece hecha a medida porque te iba a pedir que me recomendarás un autor de cuentos: aquí tienes a una de esas lectoras en especie de extinción. Me enamoré de Calders y de Mercè Rodoreda en el instituto; no he leído a Chejov pero me apetece algo de literatura norteamericana, qué podría leer?
P.D. También he trabajado en una librería pero nunca me han pasado esas cosas, claro, al no dejarme recomendar libros...
Emily: ufff hay tantos... De los clásicos son imprescindibles Hemingway, Scott Fitgerald, Flannery O'Connor. John Cheever es imprescindible, al igual que Raymond Carver. De los contemporáneos te diría Richard Ford y "La niña del pelo raro" de David Foster Wallace. David Sedaris es humorístico y no para todos los públicos. Así de repente no se me ocurren más... seguiré pensando y te informaré.
Y Chejov es imprescindible. Tienes que leerlo, es una orden.
Mentiroso. Acabo de leerme la siguiente entrada de anécdotas librescas y no nos has contado la historia de la señora y los pájaros.
¡Nos debes una anécdota! :P
la señora dragón se merecía qu le hubieras colocado "si tú me dices ven pero dime ven", muajajá, lo digo con maligna bondad o maldad de la buena ;)
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