sábado, 3 de abril de 2010

La leyenda de Sant Jordi. La historia detrás del mito I

Tras años de estudio, de leer viejos manuscritos que hallé en archivos igualadinos ocultos a la luz del día en la más insondable oscuridad de las catacumbas bajo la basílica, de hablar con centenares de personas y contrastar las versiones que me explicaban, de noches en vela descifrando antiguos códices medievales escritos en lenguas no humanas, por fin puedo explicar y exponer al mundo el verdadero origen de la leyenda de Sant Jordi. Preparaos pues para un viaje al rincón más perverso de la naturaleza humana.

Finales del siglo XI. Igualada era por aquel entonces una rica ciudad comerciante que se bañaba en oro y cultura gracias a los continuos intercambios que hacía con las tierras de Oriente. Centro de peregrinaje de los sabios de las diferentes culturas, se la conocía por aquellos años como la nueva Atenas. Filósofos, poetas, dramaturgos, pintores, escultores, cómicos. Sus calles rebosaban vida, cultura y saber. ¿Pero qué se puede esperar de una ciudad fundada siglos atrás por Ramsés II y a la que éste denominó en una ocasión "mi perla del Nilo, lejos del Nilo, claro".

El año 1000 estaba cercano y la tierra se había llenado de profetas de anunciaban el fin del mundo. Era un año de superstición, de miedo y rabia. Proliferaban las sectas apocalipticas y satánicas que celebraban el próximo fin del mundo bañándose en la sangre de inocentes. La iglesia católica luchaba contra estas sectas con sus armas habituales: quemando curanderas acusadas de brujería y ajusticiando judios. El mundo vivía continuamente con el miedo, con el castigo y la sensación que en cualquier momento se abrirían los cuatro sellos y daría inicio el apocalipsis. Fue una época oscura, dura y desagradable con miedo a todo: al mar, a las montañas, a los bosques, a las ciudades, a lo diferente y lo extraño. Unos años poco dados al sentido del humor.

Como urbe a la que en ocasiones se referían como Nueva Constantinopla, Igualada presumía de verse libre de la orgía de supersticiones que poblaban aquel fin de siglo. Por eso lo que sucedió golpeó de forma irremediable a la ciudad y la sumió en su peor decadencia.

Reconstrucción de la antigua Igualada.
Una ciudad crecia al lado del poderoso Anoia.


Todo empezó cuando Pere el pastor encontró las ovejas muertas.

Era una fresca mañana de abril. Pere el pastor fue a recoger su rebaño y allí se encontró con una imagen del horror. Sus amadas ovejas, algunas más amadas que otras, estaban todas muertas, despedazadas, con los vientres rebentados, con profundas marcas de mordiscos, desgarradas, torturadas. Y a todas les faltaba el corazón.

- Lobos - dijeron muchos cuando Pere explicó lo sucedido en la taberna La teta d'argent. Y a la noche decenas de campesinos igualadinos entraron en la ciudad con decenas de lobos muerto.

Pero a la mañana siguiente, aparecieron más animales desgarrados, encharcados y con sus miembros separados. Y faltando sus corazones. Cada día más cadáveres, más cuerpos desgarrados de animales. Las buenas gentes de Igualada empezaron a sentir algo que no conocían, el miedo.

- Es una bestia. Un demonio - proclamaba el cura en sus sermones -. Una de las bestias del apocalipsis que nos profetizó el apostol Juan. Los sellos han empezado a abrirse y os llevará a todos al infierno. Ciudad de Igualada, crecida en el orgullo de los libros y la cultura, estás condenada.

Pero, por el momento, poco hacían caso a los sermones de seis horas del Pare Pius.

Durante unos días dejaron de hallarse cuerpos de animales muertos y la ciudad pensó que se trataba de una horda de lobos huargos que se alejaba. Recuperaron la confianza. Pero, entonces, encontraron el cadáver de Anna de Set Camins, una de las hijas del noble Roger de Set Camins, después de estar tres días desaparecidas. La belleza de Anna era legendaria y sobre ella los trovadores escribieron alguno de los mejores poemas de la literatura catalana. Poco quedaba de aquellos cabellos como oro, de aquellos dientes como perlas, de aquellos pechos como ricos paneles de miel ya que los primeros estaban quemados, los segundos, arrancados y los terceros habían sido cortados. Su hermoso cuerpo apareció abierto en canal, con los intestinos removidos y profanados. Faltaba el corazón.

Fue la primera. En los días sucesivos empezaron los habitantes de Igualada a encontrar los cadáveres de jóvenes damas y hermosas campesinas que previamente habían desaparecido de sus hogares. Los cadáveres aparecían igual que el de Anna. Profanados, masacrados y sin corazón.

- ¡El apocalipsis ha llegado! La bestia anda suelta. Un dragón venido del infierno está alimentándose de esas mujeres que en su presunción y arrogancia, se creían las más hermosas y salían a las calles a jactarse. ¡Pecadoras que desobedecían la ley del hombre! ¡La puta de Babilonia camina entre nosotros!


En estos sermones, el pare Pius se encontraba siempre con la iglesia llena.

Los padres empezaron a encerrar a sus hijas. No salían a la calle sin escolta. Las calles se llenaron de guardias y soldados que detenían a cualquier sospechoso. Los curas bendencían y condenaban. Los comerciantes se hicieron de oro al vender falsas reliquias de santos como protección contra la bestia, el dragón que estaba devorando a sus hijas.

Pero las muertes se sucedían y los campos de Igualada se llenaron de muerte, sangre y cadaveres.

Los nobles del lugar discutieron sobre estos acontecimientos largamente:

- Alguien debería hacer algo.
- Sí, alguien.
- ¿Pero quién?
- ¿Quién puede enfrentarse a esa bestia?
- Por favor, Enric, de veras creéis que es una bestia.
- Esto está hecho por un hombre.
- ¿Cómo es posible? ¿Un hombre? Esto es el dragón del apocalípsis que ha venido para alimentarse de nuestras hijas.
- Empiezas a hablar como el cura.
- ¿Qué quieres decir?
- Que eres un maldito supersticioso.
- Serás...
- Señores, calma, quizá deberíamos encomendar a alguien que investigue qué sucede en Igualada. Si lo que sucede a nuestras hijas es obra de un hombre o de una bestia.
- Pero, ¿quién?
- He oído que Jordi del Moral ha vuelto a Igualada de las Cruzadas.
- ¿Y creéis que él?
- Siempre ha sido orgulloso.
- Sí, pero está desesperado. Necesita el dinero. Sus tierras están arruinadas. Y además...
- ¿Qué?
- Tiene una hermana. Y una prometida.
- Insinuas...
- Que si el dinero no lo tienta, quizá lo hará si uno de sus seres queridos muere a manos de la bestia.
- Pero eso sería...
- ¡El bien para la comunidad! Un sacrificio a cambio de la vida de muchos.
- Está bien, id a buscarlo. Y que Dios nos ayude.


CONTINUARÁ
Primera parte de tres

1 comentario:

Jordi Vivancos dijo...

La verdad es que el pare Pius ocupa un lugar de triste memoria en la historia de nuestra ciudad... Uno de esos tipejos que tanto abundan en la absurda historia de la humanidad que se valen de su supuesta "autoridad divina" para manipular y sembrar odio y prejuicios según sus intereses, y que son clientes habituales de la doble moral, porque no olvidemos que tiempo después se supo que el pare Pius regentaba el burdel más famoso de la ciudad en el que él mismo trabajaba travestido de meretriz y en el que era harto conocido como "la mamadetes" por sus habilidades "cum linguam".

Te felicito por tu arduo trabajo historiográfico. Ya iba siendo hora que alguien se atreviera a investigar y arrojar luz sobre este capítulo de la historia de nuestra ciudad, que tantos años de pujolismo condenaron al olvido.

Sin embargo, una pregunta me tiene en vela: ¿cómo hiciste para descifrar los códices medievales escritos en lenguas no humanas encontrados a finales del siglo XIX en las catacumbas de la basílica de Santa María? ¡Ni siquiera Joan Mercader i Soler logró descifrarlos, y ya sabes que le costaron la salud!