lunes, 5 de abril de 2010

La leyenda de Sant Jordi. La historia detrás del mito II

Jordi del Moral estaba en las cuadras cuando uno de sus criados le dio el aviso que gente importante de la ciudad pedía verlo con insistencia y premura. Jordi suspiró. Desde que había vuelto sano y salvo de las lejanas tierras de oriente que no quería verse inmiscuido en asuntos de poderosos. Su único deseo era trabajar en su casa, casarse con su prometida y llegar a viejo sin que la conciencia le pesara demasiado. Aun recordaba aquellas noches en Jerusalen donde la sangre de los muertes le llegaba a los tobillos.
- ¿Señor?
- Diles que ahora voy. Que esperen en la sala principal.
El criado salió de las cuadras y Jordi permaneció un momento acariciando a su hermoso caballo negro. Como me gustaría poder rezar de nuevo, pensó. ¿Qué querrán los señores? Pero ya se lo imaginaba. Algo relacionado con la bestia que azotaba últimamente los campos de Igualada.


Los señores de la ciudad se habían repartido por la estancia. Jordi los saludó cortesmente y ofreció agua o vino. Los señores rechazaron el ofrecimiento y fueron directamente al tema que los había llegado allí.
- ¿Habéis oído hablar de la bestia que amenaza estos campos?
- No es una bestia, es un hombre.
- ¿Hemos de volver a discutir ese punto, maese Roc?
El aludido alzó las manos como pediendo perdón por expresar su punto de vista.
- Sí, algo he oído decir a los criados - dijo Jordi. Había oído mucho más, claro, pero no quería dejarlo claro.
- Entonces dejadme que os ponga en antecedentes - y el caballero Oleguer de San Pere le relató lo que ya sabía. La muerte de los animales, el descubrimiento de los cadáveres, cómo estaban estos, la desaparición y posterior muerte de las muchachas. Cuando acabó el relato, miró en silencio a Jordi.
- ¿Y qué queréis de mí, señores?
- Queremos que investigues qué pasa en Igualada. Hemos oído hablar de sus habilidades...
- Conocemos algunos de los trabajos que el propio Santo Padre Gregorio VII le ha encomendado...
- Y que sueles coronar con éxito gracias a sus habilidades y a la gracia de Dios.
"Dios poco tiene que ver con mis habilidades", pensó Jordi.
- Gracias por la confianza que ponen en mí, señores. Pero no. Lo he dejado. Ahora soy un simple campesino.
- Jordi... - dijo Matías, uno de los compañeros de Jordi en sus desventuras en las cruzadas - necesitamos tu ayuda. Las muchachas de la ciudad están sufriendo... tú mismo tienes una bella prometida... y una hermana... quizá si no detenemos a la bestia o al hombre que está haciendo esto sufran el mismo destino.
- A manos de la bestia o de un desgraciado accidente.
- ¡Qué insinuais!
- Nada... pero debe ayudarnos.

Después de discutir y de amenazas veladas, Jordi accedió a poner al servicio de la ciudad de Igualada sus indiscutibles méritos para desentrañar misterios. Y eso hizo. Empezó por pedir que le enseñaran los cadáveres que aun no habían recibido sepultura. Habló con las personas que habían encontrado los muertos. Habló con extranjeros, consultó libros, recibió amenazas de sujetos entre las sombras, la visita de una extraña mujer de inusitada belleza y un dragón tatuado en su espalda.


Sintió infinitos remordimientos, se enfrentó a sus fantasmas y a la muerte de su prometida en iguales circunstancias. Intentó superar la muerte de su mejor amigo a manos de un puñal que iba dirigido a él. Aguantó las burlas y críticas que el pare Pius le lanzaba desde el púlpito por intentar impedir el castigo de Dios a tantas pecadoras y la paliza que recibió de unos fieles y fanáticos seguidores. Revolvió viejos papeles y siguió investigando cuando los mismos que le pidieron que lo hiciera, le pidieron que lo dejara. Jordi se obsesionó con las muertes, con los asesinos, con los cuerpos abiertos, los corazones desaparecidos y con algo en las heridas que parecían dentelladas imposibles en cualquier animal. Y, por fin, en un viejo códice griego encontró un punto que iluminaba el final. Habló con el único hombre del que se fiaba, su antiguo compañero de armas Matías.

- No es una bestia.
- ¡Lo sabía! Es un hombre, un loco.
- Sí... y no... no es un hombre. Son varios hombres. Y mujeres.
- ¿Qué?
- En la antigua Babilonia, también en un momento en que parecía que el mundo se podía acabar, apareció muchas sectas destructivas. La mayoría se contentaba con beber sangre de gallina, fornicar entre ellos y poco más. Pero surgió una que creía en el apocalipsis y que lo quería. Que pensaba que podía contribuir al hecho de que apareciera pronto el fin del mundo y que ellos se salvarían por haber ayudado a los Jinetes en su trabajo. Mataban, violaban, ejecutaban, comían carne humana y siempre, siempre se llevaban el corazón de sus victimas para ofrecérselo a Dios en justo pago de su gracia y consentimiento. Esta secta era conocida como Los hijos del Dragón.
- ¿Por qué explicáis historias de tiempos antiguos?
- Porque esa secta vive aquí en Igualada y son los causantes de tantas muertes.
- Imposible.
- No tan imposible si has hablado con uno de ellos y ha indicado donde se reunen. Esta noche acabaré con la secta. O ella acabará conmigo.
- ¿Dónde están?
- Has oído hablar de las cuevas cercanas a Collbató. Las que llaman de Salnitre.
- Sí. ¿No se te ocurrirá ir solo? Puedes contar con mi espada.
- No... no puedo ponerte en ese peligro. Si no vuelvo, cuida de mi hacienda y de mi hermana.
Se abrazaron como compañeros de armas. Un criado entró en la estancia.
- Señor...
- Dime - pidió Jordi.
- Su hermana...
- ¡Qué!
- Ha desaparecido...


CONTINUARÁ
Segunda parte de tres

1 comentario:

Amanda dijo...

Hola encanto!
Cómo va todo?

MMM me da un poco de pena, pero necesito urgentes tu reseña y la corrección de los textos, en caso de que hayas decidido cambiarles algo.
Por favor, por favor, es que todo se va a imprenta el miércoles más tardar jueves!
Besos!

Amanda