Una de las especies más temidas de clientes, y de personas en general, es la que suelo catalogar como terroristas verbales; ese tipo de personas que entran y hablan y hablan y hablan y al cabo de diez minutos te dice qué es lo que está buscando y siguen hablando y a pesar de contestar con monosílabos o, directamente, no decir nada y seguir a lo tuyo siguen hablando y hablando y hablando consiguiendo, además, que la réplica y la interacción sean imposibles porque ocupan todo el espacio posible para la conversación reduciendo sus inspiraciones a meras ilusiones donde tienes suerte si colocas una sílaba. Todo acaba reducido a un magma de palabras unidireccional que tampoco esperan recibir respuesta porque toda su aspiración es seguir hablando y hablando y hablando.
Esto lo escribo porque precisamente esta mañana ha entrado uno de estos terroristas en la librería. Por suerte no me ha tocado atenderlo a mí (alguna ventaja debe tener vivir confinado en el almacén), pero he podido oír a la perfección toda la "conversación" (otra característica de estas personas es que tienen un tono de voz por encima de lo habitual). Vamos a la historia.
Una señora entra buscando un libro. Sin embargo, antes de llegar a esta parte mi compañera se ha tenido que tragar una extensa hagiografía de dos de sus hijas, lo aficionada que es a leer, parte de su educación, los gustos personales en programas de radio y televisión, una rápida lectura del responso que se leyó en el funeral de su marido (no es broma), lloros por el recuerdo, vuelta a la biografía, etc. Todo esto sin pausas y con el mismo ritmo. Cuando consigue decir el título y mi compañera dice que no lo tenemos, pero podemos pedirlo, la señora ha vuelto a empezar para acabar diciendo que sí, que se pida.
Veinte minutos después de la primera palabra ha salido de la tienda. Descompresión. La primer cliente de la mañana. A las nueve y media, esto no es sano.
No es la única terrorista que tenemos. Está el tipo que sólo habla de política y nos intenta convertir, la señora que nos lee fragmentos de novelas que le han gustado, el tipo que se dedica a desproticar contra los lectores de novela de ciencia ficción llamándolos infantiles, la temible abuela que sólo busca un detalle para regalar al nieto de una amiga que hace la comunión, la pareja que se inmiscuye en cualquier conversación, etc.
Todos estos personajes, con sus diferencias y estilos, tienen los mismos factores denominadores: todo el espacio lo ocupan sus palabras, incluído el espacio vacío del cerebro del librero, por mucho que hablen no dicen absolutamente nada (y esto suele ser muy inquietante) y la única replica que viene al cerebro es "cierra tu puta boca".
Próximamente: susurradores, indecisos, perdidos, enteraillos entre otros. Y las cagadas, ridiculeces y meteduras de pata de un librero (incluída la famosa anécdota de indicar un libro por el color de la tapa a un chico que sabía que era daltónico).
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10 comentarios:
Yo tengo una solución!!!
Siempre tengan a mano volantes de distintos grupos...por ejemplo, para la terrorista en cuestión un grupo de autoayuda, para el político un grupo de debates, para la señora de los fragmentos un círculo de lectores, y así vas descartándolos a todos (aunque lo más probable es que terminen contándote toda la anécdota de cuando fueron a un grupo y entonces...bla bla bla jaja).
La verdad que si es inquietante y sobre todo es lamentable que ese tipo de personas no puedan establecer un vínculo con la palabra, como si todo girara a su alrededor...tan hermosa que es la capacidad de comunicarse y de recibir una retroalimentación verbal.
Besos Jorge!
Supongo que en una librería hay que atender a todo tipo de personas y hay que atenderlas profesionalmente aunque en el fondo las consideremos unas pesadas.
¿susurradora, indecisa, perdida? yo creo que una amalgama, que curiosidad. ;P
Qué me vas a contar a mi, que trabajo también cara al público. Pero bueno se acostumbra uno a todo y yo a veces me lo paso hasta bien con la gente, algunas hasta le vacilo...
besitos
Pues sí, sí, yo también doy fe de que existen. En uno de mis trabajos doy soporte técnico a gente de una compañía de comunicaciones y, aunque los clientes pagan por la llamada, a veces han pasado más de cuatro minutos, te han contado toda su vida y la de los familiares hasta que llegan al ¡Quilla, que me he quedao sin intené!
¿Serán así en toda su vida o más bien se desahogan con nosotros?
Anna y sus soluciones prácticas... bueno, podría estudiarse. Encargaré a un comité de expertos una evaluación de la propuesta.
Kweilan: Naturalmente, por muy pesada que sea una persona se le atiende con educación y profesionalidad y sin perder la sonrisa. ¡Si mantenemos el tipo incluso cuando nos insultan sin motivo! Pero es privilegio y derecho fundamental de los dependientes comentar posteriormente a los clientes.
Annabel: próximamente en sus pantallas.
Casteee: me encanta trabajar cara al público. Es uno de los motivos fundamentales por los que adoro este trabajo. Y el 90% de los clientes se catalogan entre "funcionales" (entran - compran - y se van) y "encantadores" (charla distendida, risas, anécdotas, etc.). Es ese restante 10% el que saca los nervios...
Leola: supongo que es gente que le gusta hablar... A ver, que yo soy el primero en hablar mucho y algunas de mis mejores amigas están entre las tres muchachas más habladoras del universo, pero intentamos decir algo. Este tipo de cliente habla mucho y no dice nada y no tiene ningún interés en escucharte cuando intentas decirle que un ninja furioso está a punto de apuñalarle por la espalda.
Y, joder, vaya comentario de respuesta más largo.
Si os cuentan todo eso a vosotros, imaginate a la peluquera, confidente donde la haya...si me desagrada ir a la peluquería, en parte es por tener que soportar las historias de los hijos, los nietos, las nueras y el marido de mi vecina de butaca...
Bss!!
ja!! la palabra de confirmación era meona!!! ;P
Hola, Jorge! Yo a estos tipos los llamo delincuentes conversacionales, y deberían estar en la cárcel lingüística...
Perdona que no haya contestado a tus llamadas, imagínate cómo es esto! Se me pasan las horas del día sin saber en qué he gastado el tiempo (bueno, ya te puedes imaginar en qué lo gasto...). De todos modos, gracias por llamar, en cuanto tenga un respiro compatible con tu horario te llamo. Besos!!
Montse
Lebanon: cada oficio apechuga con sus terroristas o delicuentes conversacionales. Y, además, su amenaza se extiende a los incautos que tienen alrededor.
Montse: Ya hemos hablado veces de esto... Y ya imagino, tranquila. Ya coincidiremos.
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