domingo, 12 de abril de 2009

Crónica de una obra IX

Resumen de lo publicado: Por urgencias urinarias del yesero decidimos ir a la taberna El cerdo retozón a pesar de las advertencias de Ciocco. Sólo entrar el grupo de disgregó cada uno a la suya y nos quedamos el paleta y yo. Después de cuatro frases mal escritas, Jordi, por favor no te metas en el resumen y menos para hacer crítica literaira barata, es que estaban mal escritas, a que te puteo, a que no... Pues eso que el paleta se quedó dormido y yo fui a buscar algo de abituallamiento, vaya palabra por dios. Bueno acabo que esto se está haciendo insoportable, insoportable es leer todo esto, ¿pero qué te pasa?, que estoy aburrido de estar aquí arriba y has tardado un mes y medio en volver a escribir, he estado liado ¿me dejas acabar? acaba abaca. Pues que nos metimos en problemas con unos minutauros.

Pero sucedió algo inesperado que me dio cierto respiro. La primera hostia no me la llevé yo. A mi alrededor se alzó un repentino viento huracanado que casi me despeina. Abrí los ojos. El yesero había desaparecido de mi lado y contemplé su grácil vuelo que lo llevó directo al orinal que pocos instantes antes él mismo había contribuido a rebosar con líquido espumoso y sustancias extrañas. Enterró en él la cabeza mientras las astillas de dientes que habían hecho parte del mismo viaje empezaban a posarse en tierra.

Lo bueno: no había recibido la primera hostia.
Lo malo: me enfrentaba yo solo a ocho minotauros enfurecidos.

- Jordi, situación.
Pues estoy sentado en un taburete bastante incómodo en la sección de ensayo político y es un rollo, pero me da pereza levantarme para ir a buscar novela erótica....
- Jordi - los minotauros empezaron a crujir sus nudillos y a mirarme con delectación - situación de la taberna.
Vale, perdona. El paleta, dormido. El mimo, inconsciente por haber hecho una imitación de un enano borracho a unos enanos borrachos. El electricista, colgado de los colmillos de un ogro. Y el yesero, mejor no sepas como le ha quedado la cara... ¿qué coño le cuelga de los labios?
- Vale, que estoy solo.
Sí, estás completamente sól... ¡¡¡Vigila!!!

No dolió tanto. Dolió más. Como si intentarán hacer entrar un cochinillo por la punta del glande. El bajito de los minotauros me lanzó un puñetazo que me dio en plena cara partiendome mi preciosa nariz por tres sitios distintos. Ni gritar pude porque cuando quise abrir la boca se me llenó de mi propia sangre.
- Joder...
- Preparate. Esto es el principio - dijo el chiquitín.
- Me has hecho daño... Te vas a acordar...
Sentí como mi estómago se convertía en una masa gelatinosa y palpitante cuando una patada me dio en él. Caí al suelo de rodillas. Joder, morir así. Si ni siquiera había empezado la aventura... ¿por qué nunca se cumplían mis sueños? Siempre había soñado morir en una enorme cama con el equipo femenino de lucha en el barro brasileño y no en una sucia taberna, en el suelo, entre orines, trozos de cadáveres en descomposición y... ¿una porra astillada?

Alargué la mano y agarré la porra con fuerza. Vi que delante de mí se plantaba uno de los minotauros y como alzaba un puño del tamaño de una sandia mutada para descargarlo en mi cabeza. Tenía que hacer algo. Ya que iba a morir, al menos presentaría batalla. Con dos cojones.

¡Así habla mi niño!

Cerré los ojos (lo que se estaba convirtiendo en una costumbre) y levanté la porra con violencia, en este caso muy justificada y que me perdonen todos los pacifistas. Y algo sucedió. Quizás no era tan inútil como había pensado y de mí emergió el guerrero. Tuviste suerte. Vale, tuve suerte. El minotauro tenía un descosido en el pantalón. Y por allí entró la porra. Justo por ese divino descosido que era la puerta abierta, la entrada franca, el peaje gratís a su enorme y peludo ano. Le metí una porra astillada por el culo.

El minotauro rugió y chilló de dolor al sentir su ano profanado por miles de pequeñas astillas que se clavaron en su interior. Sentí como por mi mano chorreba la sangre del torito y algo más que no quise ni imaginar. El minotauro cayó al suelo, extrajé la porra, me levanté del suelo y retrocedí dos pasos. Tenía la cara llena de sangre, un dolor infinito por todo el cuerpo, y ganas de echarme a llorar. Pero también sentí dentro de mí algo nuevo. Los minotauros me rodearon.

- Me tendrás que ayudar, Jordi.
Dalo por hecho.
- Avísame cuando vengan.
Ok... viene uno....
- Lo veo.
Un minotauro se lanzó con los cuernos por delante.
No, me refería al otro.
- ¿Qué otro? Hay seis más.
No me fue difícil esquivarlo.
A ver... a tres quarts menys tres de cinc.
- ¿Qué?
Las horas, tio, como en las pelis.
- ¡Pero no me las digas en catalán!
Vale, vale. A tres cuartos menos cinco de seis.
- ¿Qué?
Joder que pareces tonto, a la izquierda.
Puñetazo en la mandibula y escupitajo en el ojo.
A la otra izquierda. ¡Salta!
Salté. No mucho. Levantar mis kilos no es fácil. Pero lo suficiente para esquivar a un par de minotauros que chocaron uno con otro.
No lo estamos haciendo tan mal, ¿no?
- No, creo que no.
Acabé de decir la frase y sentí en mi vientre el peso de un minotauro. Caímos rodando por el suelo. Dos minotauros lanzaron al aíre sus triunfales gritos de guerra. Pero no se quedaron sólos. Porque del fondo de la taberna se elevó una voz mucho más ronca, cascada y fuerte que la de ellos.
- ¡Pero que coño está pasando aquí que ni echarse una siesta puede uno, joder! ¡Qué me habéis partido el sueño, hostia!
Era el paleta. Se subió los pantalones en un único gesto, se quitó el palillo de la boca y se lo entregó a una bella sílfide con un guardame esto niña, se arremangó la camisa y se lio a dar tortas. Aquello ya no era una pelea tabernaria. Era una coreografía.
Se notan los años de experiencia que dan los burdeles.
Él solo se estaba enfrentando a tres minotauros. Y no le iba mal.
Ante mí tenía tres más que desenfundaron sus espadas. Yo tenía una sencilla porra. Daba igual. Si tenía que morir...
Ya lo has dicho antes.
Vale, vale.
- No tendrás que morir. Por lo menos hoy no.
Era una voz de mujer. Algo dura, algo fría, pero a mis oído sonó como como torrente de agua fresca y pura. A mi lado me encontré con una muchacha. Alta, de movimientos elegantes, preciosa. Vestida de negro, con un hermosos cabello pelirrojo cayéndole por los hombros, con dos enormes espadas en sus manos ejecutando movimientos que mantenían momentaneamente a distancia a los minotauros que se habían quedado un tanto sorprendidos por la súbita aparición.
- ¿Quieres sobrevivir?
- Bueno, es una opción.
- En la calle conseguiremos algo de ventaja. Tendremos que salir por la cocina. ¿Confías de en mí?

¿Debería confiar en la misteriosa muchacha?
Si queréis que confié dejad un mensaje explicando por qué debería confiar en ella.
Si no queréis que confié dejad un mensaje explicando por qué no debería confiar en ella.

Sí, podría haber sido yo.

ADVERTENCIA: En esta entrada hay escenas de violencia gratuita, escatología y mal gusto. Lo digo para que los espíritus sensibles estén precavidos.... aunque ahora que lo pienso... esto tendría que haberlo escrito antes, ¿no?

CONTINUARÁ...

8 comentarios:

Bellota dijo...

Sí debes confiar en ella, ya que peor no te puede ir.

Leola dijo...

Si no quieres no confíes en ella, pero síguela hasta la calle que si te quedas ahí nos quedamos sin líder. Si encima es preciosa... Y por dios no tardes mes y medio para la próxima entrega.
Un beso.

Annabel dijo...

Menos mal que incluiste la frase peronomelasdigasencatalán que me ha hecho olvidar lo de la porra astillada (bruto).
Confía en ella: es pelirroja, viste de negro y su voz es algo dura. ¿Se parece a mi avatar de hoy en el feis? confía en ella, genealogía de las brujas.

alicia dijo...

tienes la nariz rota, el estómago pateado, unos monstruos terribles de rugidos terribles, y cabreadísimos con razón, van a matarte. Me imagino la furia asesina que debe sentir al menos uno de los muchos animalicos que se te vienen encima. Una persona se ofrece a ayudarte. Es una chica ¿pelirroja?, ¿preciosa dices?, ¿i que más da?. Pasa de ella, no se tiene cada dia la ocasión de divertirse en una taberna, ni de pelear cuerpo a cuerpo con minotauros. Y si es lo último que vas a hacer, pues oye, es lo que hay. Como dice Leola nos quedaremos sin protagonista, pero los trobadores hablarán de tu heroísmo con lágrimas en los ojos...
y el mimo lo representará.

Laura dijo...

Jorge...
Des de cuando no seguirias a una mujer hermosa: segueix-la sense pensar-t'ho dues vegades!

Ja veurem com ho solucionarem més endavant!

Petons!

Laura

-Anna- dijo...

Yo digo que hay que confiar, si la pelirroja quiere hacerles daño igual sería peor en la taberna con los minotauros...o algo así.

Me maté de risa con la hora

"A tres cuartos menos cinco de seis"

todavía estoy pensando dónde sería eso =P jajaja

Un abrazo!

Libélula dijo...

Jorge,

Pues claro que no debes confiar en ella... Si quisiese salvarlos, hubiese aparecido antes de la pelea o al menos antes de recibir el primer golpe. Yo confío en ti. Tienes dentro tuyo el guerrero intacto y pueden salir de allí sin ayuda.

Me hiciste reír tanto!! TANTO!!! Cómo extrañé tu crónica. Y coincido con Leola... déjate de joder y no nos dejes con la intriga por tanto tiempo!!!

Besos gigantes y FUERZA!

Mara Oliver dijo...

Ese palo por el culo era pura poesía XD
espero que confíe en la pelirroja, me subyugan las entradas a lo "ven conmigo si quieres vivir" :)